Hay que diferenciar histeria colectiva del miedo colectivo y la consecuente violencia que puede surgir por detonantes como los rumores o desinformación.
Un rumor o una noticia sin confirmar puede ser el detonante de actos violentos y reacciones desproporcionadas. En el recuento de los daños se pueden considerar fallecidos o la desestabilización social, si hablamos de más de un involucrado.
Lo más reciente e impactante que encaja en lo descrito líneas arriba, ocurrió en la zona de Huaycán. Una turba enardecida y cegada por la noticia de dos supuestos traficantes de órganos se enfrentó a la policía. Una mujer murió debido a un disparo y muchos destrozos se vieron a través de las imágenes transmitidas por televisión.
Aunque los noticieros calificaron este episodio como histeria colectiva. Según explica el psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM) Humberto Castillo, este término no aplica pues hace alusión a una enfermedad psicológica que se caracteriza por alteraciones físicas como parálisis, convulsiones o pérdida de la memoria. Un caso podría ser si de pronto un escolar empieza a tener signos de intoxicación alimentaria y los demás compañeros de aula sienten los síntomas de la enfermedad sin que haya una causa biológica.
La correcta denominación para lo sucedido en Huaycán es miedo colectivo, aclara el especialista. "Para que ocurra este tipo de reacciones, tiene que haber un detonante como el rumor del robo de los órganos. La gente tiene que estar en una condición previa de un miedo latente y una cólera contenida, así que cualquier cosa puede accionar eso que tienen acumulado".
Un estudio de la Scandinavian Psychological Associations advierte que otras condiciones también predisponen al desborde de violencia en masa, como la marginalización. “La exclusión social aumenta la voluntad de participar en protestas para individuos con alto nivel de sensibilidad de rechazo y necesidad de pertenecer”, postula la investigación.
"Si son poblaciones o grupos que están bajo presión, en situaciones de inseguridad o descontento, colectivamente se va acumulando la rabia y cualquier cosa puede ‘encender la pradera’", agrega el psiquiatra peruano.
Y a veces se puede contribuir al miedo sin premeditación. Así pasó en 1938, cuando Orson Welles, como parte de su estrategia para promocionar su obra teatral “La guerra de los mundos”, desató un ataque de pánico colectivo en Estados Unidos al anunciar: “Señoras y señores, tengo que hacer un grave anuncio. El extraño objeto que cayó esta tarde temprano en Grovers Milis, Nueva Jersey, no era un meteorito. Por increíble que parezca, el objeto contiene seres extraños que, según se cree, constituyen la vanguardia de un ejército proveniente del planeta Marte. Ahora sabemos que, desde comienzos del siglo XX, nuestro planeta está siendo observado muy de cerca por inteligencias más desarrolladas que la humana”. La población salió despavorida a las calles, y luego de algunas horas la policía logró aclarar la confusión.
Medidas preventivas
- Darle canales de expresión a las personas para que puedan exponer sus inconformidades y desacuerdos; eso ayuda a bajar las tensiones sociales. "La gente tiene que tener la posibilidad de hablar y de dialogar, como ocurre en la familia. Si los hijos o la pareja no pueden expresarse, van a contener su rabia y a la menor oportunidad la van a sacar", apunta el médico psiquiatra Humberto Castillo.
- Cuando nos enfrentamos ante episodios de miedo individual o colectivo, hay que actuar comprensivamente y no provocar más. "Personas con más autoridad y con credibilidad tienen que salir a explicar la situación. Por ejemplo, pueden intervenir voceros de la Iglesia o líderes locales que manejen el tema".
- Esclarecer que no existe una manipulación de la información, porque ese es el principal detonante de la violencia.
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