Especialistas ofrecen explicaciones científicas de porqué nos volvemos irracionales al caer en el trance del amor.
“No he cometido un acto de corrupción, ninguna falta administrativa, ninguna falta ética. Lo que he cometido ha sido un hecho de amor.” Así justificaba el ahora exministro de defensa peruano, Mariano González, el haber ascendido a su novia luego de 4 días de ser contratada. El error le costó el puesto.
¿Por qué Mariano no anticipó esto sería una mala idea? Sucede que al igual que el exministro, todos los que nos enamoramos pasamos por una etapa de irracionalidad y obsesión que ciega nuestro pensamiento y nos hace tomar decisiones erradas. Esto se debe a los neurotransmisores que segrega nuestro cerebro cuando caemos en el amor.
La química del amor
El amor literalmente se ve como fuegos artificiales. Esta fue la imagen que Helen Fisher, una bióloga estadounidense, pudo apreciar al escanear el cerebro de las veinte personas que estudió para entender neurológicamente qué es el amor. Cuando los sujetos de estudio apreciaron fotos de sus seres amados dos áreas de sus cerebros se iluminaron con intensidad: el área ventral tegmental y el núcleo caudano.
Por un lado, el área ventral tegmental produce dopamina, un neurotransmisor encargado de estimular la motivación, la energía, la atención, y de hacernos sentir euforia y manía, emociones propias del amor. Por otro lado, el núcleo caudano forma parte del sistema de recompensa del cerebro; posee una densa capa de receptores de dopamina que se activa para estar motivados y hacernos ser constantes con nuestra pareja.
“Las mismas áreas del cerebro que se iluminan con la cocaína se activaron con el amor. El amor romántico es una obsesión, le posee. Usted pierde la noción de ser. Usted no deja de pensar en el otro ser humano. Alguien está acampando en su cabeza”, fue como explicó sus descubrimientos Fisher en una charla Ted. La también antropóloga concluyó que el amor es una adicción. “Tiene las tres características de una adicción: desarrollas tolerancia (necesitas ver a esa persona más); experimentas abstinencia si no estás cerca de la pareja; y cuando crees que ya sacaste a esa persona de tu cabeza, recaes en el mismo patrón.”
El amor: esa enfermedad incurable
El amor incluso ha llegado a ser definido como una enfermedad. Frank Tallis en su libro “Mal de amores: el amor como una enfermedad mental”, sostiene la tesis de que sufrir por amor puede ser comparado con una enfermedad mental. “Respiración dificultosa, taquicardia, disminución del apetito, pensamientos obsesivos, cambios de ánimo, insomnio, llanto, violencia. Los pacientes se van con diagnósticos oficiales de depresión o disturbios de ansiedad pero que son en realidad la específica experiencia del enamoramiento.” Según el autor, asumir esta perspectiva del amor puede ayudarnos a afrontar mejor los dilemas del enamoramiento y comprender cómo podemos afrontar estas situaciones.
Otro aspecto importante del amor que deberíamos tener en cuenta para nuestra estabilidad emocional es la manera en la que elegimos a nuestras parejas. Si bien existen varias razones que explican estas elecciones, el psicólogo clínico Christian Martínez destaca los conflictos irresueltos de la infancia.
“Si nos damos cuenta, muchas veces nuestras parejas tienden a parecerse en aspectos buenos o malos a nuestro papá, nuestra mamá o una mezcla de ambos. Nosotros inconscientemente vamos captando lo bueno y lo malo de nuestros padres, porque son nuestros referentes de identidad y de lo que queremos y no queremos ser. Por ejemplo, si mi padre es violento, yo puedo buscar a alguien que no sea agresivo, o puedo elegir a alguien que también sea así. Por eso puede que se repitan los patrones que hemos vivido en la infancia”, finaliza el psicólogo.
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