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Hacia un nuevo mapa cerebral del psicópata

morguefile
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En el estudio participaron de forma voluntaria 80 reclusos. Tenían diferentes grados de psicopatía: alto, medio y bajo. A todos se les mostraron dos series de imágenes en vídeo.

Un nuevo estudio ayuda a conocer más sobre el mecanismo neuronal presente en las personas con psicopatía. Se encontraron diferencias en determinadas zonas cerebrales que explicarían por qué estas personas son incapaces de sentir el dolor ajeno.

Esta enfermedad mental, explican los autores de la investigación, publicada en la revista "JAMA Psychiatry", "está caracterizada por la falta de afectividad interpersonal, así como por problemas de socialización y de comportamiento".

Un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EEUU) y de la Universidad de Nuevo México puso en marcha un estudio con presidiarios, con una donación de 1,2 millones de euros del Instituto Nacional de Salud Mental.

Según reza el artículo, entre el 20% y el 30% de ellos presenta esta alteración psiquiátrica. Sin embargo, en la población general, sólo el 1% está afectado.

Participaron de forma voluntaria 80 reclusos cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 50 años. Tenían diferentes grados de psicopatía: alto, medio y bajo. A todos se les mostraron dos series de imágenes en vídeo.

En la primera tanda, eran testigos de situaciones violentas en las que varios individuos sufrían daños físicos derivados de golpes, cortes, etc. causados por otra gente de forma intencionada (por ejemplo, el aplastamiento de los dedos de una mano otro sujeto cierra la puerta del coche a conciencia).

En la segunda tanda, las imágenes mostraban, no el acto, sino diferentes expresiones faciales de dolor, informa abc.es

A través de la resonancia magnética funcional, los investigadores observaron que en los participantes con mayor grado de psicopatía, determinadas zonas cerebrales (corteza prefrontal ventromedial, corteza orbitofrontal, la amígdala y sustancia gris periacueductal ) mostraban menor actividad que los voluntarios controles (aquellos con bajo grado de este trastorno de la personalidad).

Y lo más novedoso, un resultado que no se esperaban, es que aumentaba la actividad en la corteza insular.

"Esta región está implicada en el comportamiento, la valoración de las consecuencias y en la incorporación del aprendizaje emocional en la toma de decisiones morales".

Esta aportación, señala el psiquiatra español, también presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, "ayuda a conocer mejor el sustrato neurológico sobre el que se sustenta la empatía para, en un futuro, quizás poder diseñar medicación que corrija" la falta de sensibilidad ante el dolor ajeno.

El tratamiento de este trastorno de la personalidad disocial es bastante difícil y consiste en el tratamiento psicológico y la rehabilitación (intentar reestructurar el mecanismo perdido del respeto a los demás y a las normas), pero no hay medicación.

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